El ser permanente es el verdadero ser, que está dentro de cada uno, es el espíritu. Su composición es un vacío indescriptible del que mana una infinita dicha.
Cada palabra que digo sobre el verdadero ser, lo estoy limitando y puesto que es ilimitado, lo correcto es señalar el camino para contactar con él. La escucha, la contemplación, la auto indagación, la atención dirigida hacia si mismo. La repetición de mantras u oraciones. La quietud. El silencio. El ayuno. La auto disciplina.
En este camino, es muy difícil alcanzar algo y muy fácil perderlo. El sendero es muy estrecho y puedes salirte de él con la menor excusa. Por eso requiere de una gran constancia, paciencia y perseverancia.
La meditación budista, por ejemplo, dice que en la meditación hay que poner la atención en anicha, lo impermanente; el objetivo es que desde la conciencia de lo observado me vaya moviendo a la conciencia del observador, que es uno de los ejes del ser permanente. Cuando estoy en el observador, es más fácil sentir que el observador no cambia, cuando todo a mi alrededor está continuamente cambiando. Esta paradoja ayuda a resolver la verdadera identidad, pues estoy educado para identificarme con lo que cambia en mi y no con el que siente esos cambios.